No hace falta que todo concuerde para que todo conecte.
Estamos tan acostumbrados a que el amor siempre debe estar de acuerdo.
Necesitamos, aunque no lo percibamos, que la otra persona sea idéntica a nosotros.
Una copia exacta, o al menos lo suficientemente parecida para conectar.
Pareciera casi un reflejo, cuando conocemos a alguien, averiguar qué gustos tiene la otra persona; si escucha música, de qué genero… si practica un deporte, cuál de todos… si estudia, qué carrera… si trabaja, en qué lugar… y así, en un mar de preguntas, esperamos con ansias poder “conectar” con esa persona que nos interesa.
Muchas veces ni siquiera “conectamos”, pero esas mismas veces nuestro apego por ser parte de la vida del otro le gana la batalla a la sinceridad. Mentimos, pretendemos, fingimos, inventamos, porque anhelamos estar de acuerdo.
No me malinterpreten, no me refiero a mí como la excepción, ni mucho menos me quiero envanecer de ser diferente, porque no lo soy. Lo he vivido. He escuchado, he leído, he inventado, cosas que no soy y que no comparto de alguien más. No me importó si esos gustos que copiaba eran ciertos o no, no me importó si eran extraños o no, mucho menos si yo los compartía o no…
¿Por qué hacemos esto?
¿Por qué nos hacemos esto?
Estamos cegados ante lo que creemos que es la perfección, o al menos algo parecido a ella.
Necesitamos que la otra persona se vea a ella misma, cuando vea nuestros ojos.
Pero… ¿por qué?
Porque nada, en el momento en que hablas con esa persona, importa ya.
Porque dejas de importarte, porque dejas de pensarte, porque dejas de respirar… para no hacer ruido, para escuchar con claridad, para que esa persona sea lo único que recorra tu mente en ese instante… Podría parecer alguna especie de “consideración”, pero la verdad es que, somos egoístas.
Por una parte, queremos ser como es la otra persona, para poder estar juntos.
Creemos que esa es la única forma de llamar su atención. Pero no lo es.
Por la otra, aunque no lo aceptemos, a todos nos gusta hablar de nosotros mismo. Si tuviésemos la oportunidad, haríamos un “Talk Show” donde el único invitado seríamos nosotros mismos…
Porque es más divertido hablar de uno mismo, de nuestros logros, de nuestra playlist, de nuestros gustos, de nuestras aventuras… incluso de nuestras alegrías y hasta tristezas.
Nos hace sentir importantes saber que alguien más está escuchando, que alguien más comparte las mismas “locuras” que nosotros. Pero aquellos que buscan copiar al otro no se dan cuenta de ese detalle…
Nunca se interesarán en ti si simplemente eres una copia. Todas esas aventuras ya están vividas y algunas se viven actualmente… entonces, ¿qué hay de nuevo, viejo?
Cuenta, comparte, defiende, niega, es eso lo que llama la atención. Lo nuevo, lo emocionante…
La próxima vez que te interese alguien, háblale de ti y por qué crees que sus gustos son inaceptables. Tu opinión también cuenta y aunque puede que te dejen de hablar, o te discutan tu posición, será mucho más divertido que ser ignorado por ser “una copia más”.