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Meta avatar Anónimo - #52443   May 23, 2020, 11:34 a.m.
¿Que cuál es mi confesión? Nadie preguntó por ella, pero aquí va. Trabajo en una agencia de publicidad y soy uno de los pocos socios de renombre. Me he caracterizado por mi facilidad con las palabras y mi modus formal. Mi último cliente fue una empresa que quiso introducir su nueva versión del proyector a la industria y me llamaron personalmente para asistirlos. He estado casado por siete años, tengo una niña de cinco y un hombre pequeño de cuatro; mi esposa es una mujer maravillosa. Solía usar una cámara para retratar cada momento gratificante para ella. Dada la cuarentena, me solicitaron que diera mis resultados para el anuncio de su producto y la llegada al mercado por TeamViewer, pero ese no es mi estilo. Yo soy más directo, debo mirarte a los ojos, presentarte mi investigación y debes creerme. Mi esposa y yo discutimos durante dos días seguidos antes del 24 de febrero, y me hechó de la casa. No he sido el mejor esposo, ni padre; he recaído varias veces en brazos de mujeres que me encuentran atractivo. El 23 de abril, luego de mover mis influencias, me reuní con mis clientes para revelar cómo presentaríamos la idea al mercado. El 22 de abril estaba devastado, me sentía solo, sin nadie, y sin ideas para el día siguiente. Encendí la laptop y revisé la presentación que había preparado; había bebido ron y estaba algo mareado. Luego llegué a las fotos que mi mujer había tomado durante años; una tras otra, luego de perder el tiempo durante horas me fui a dormir. Mis clientes y yo nos servimos un whisky a las 11:34 am, y para las 11:46 las luces estaban apagadas y estaba por comenzar. Mientras usaba su proyector para mi discurso, toqué fondo. Algunas fotos se habían quedado guardadas en donde no debían y ahora tenía a mis clientes confundidos observando mis memorias. Yo levantando a mi esposa mientras celebrábamos nuestro primer aniversario; mi pequeña embarrando mi rostro con torta; mi niño, oh ese pequeño, ganándome en las vencidas. Usé esa carga emocional para recordarles que no es el proyector lo que venderá, sino los recuerdos, las heridas, los momentos verdaderos que logren inspirar en su comercial. Imagen tras imagen, retrocedía y avanzaba, y aunque me mataba, hice mía aquella llaga para tocar un profundo sentimiento de nostalgia del consumidor. Luego del éxito de mi reunión. Estaba otra vez en mi habitación de hotel, y solo podía esperar al abogado que venía en camino para recoger mi firma de divorcio.
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