Para confesarme, empezaré diciendo que me encuentro bajo el hechizo más hermoso que un ser humano con afinidades a la vida puede encontrarse: me he enamorado de una chica cuya sonrisa es la más hermosa y amplia que mis ojos hayan visto en la vida.
Pero yo no se si sea recomendable empezar una relación con ella, ni tampoco creo que sea la persona indicada para darle amor y abrazos, protección y seguridad en el amor. Soy casado y dentro de muy poco tendré mi segundo hijo. Si, los hijos son una prioridad que deben estar por encima de las más altas aventuras de un hombre de mi edad, y la familia es lo único que nos queda al final, el único lugar donde depositar los sueños del futuro, los lugares en los que se vivió algo bonito. Pero duele mucho ahí, en el corazón ,que ne siento chiquito cuando la veo.
Desde que tengo memoria, mi vida ha sido una obra trágica. Les cuento que mi relación con mi esposa es una verdadera comedia, una forma de muerte, anticipada a las más áridas ruinas de la soledad. Siempre me he sentido un ser poseído por lo trágico, el desamor en esta ciudad se me abría hasta en las más mínimas formas del bochorno. La traición fue pan de cada día, noches en soledad, desesperación de ver como lo que esbozamos tiernamente con las manos se empezaba a desprender en pedazos que yo recogía con mucho dolor en el alma. Me sentía triste, demasiado triste para pensar en amigos y responsabilidades; sólo un silencioso y amargo y muy frío modo de sentir el mundo y su existencia era para mi la vida; hasta la costumbre de asistir a eventos por las noches tendrían su largo estado de desasosiego, tal vez por que la libertad me pasaba tanto como la idea de una muerte inusitada y la comparaba con una carretera vacía. Para consolarme, me aferraba desesperadamente a un gran sueño, uno de esos que les crece la barriga y luego... : ingresar a la ESPOL, por que quería fracasar en la vida, como todo ser humano desprovisto de las mas elementales herramientas que los demas tienen para construir un futuro, por que era el lugar propicio para exiliarme en lo más profundo de mí mismo, del tiempo, de los otros. A voluntad y sabiendas, me asentaba en el terreno de una verdad muy cruda, cruel hasta en sus más mínimas honestidades: estaba suprimiendo mi propia vida...
Luego llegó ella,M.A.N. Fue como un aire fresco o remolino verde de invierno en las ventanas del espíritu. Había llegado a mí de un modo mágico y misterioso. Me agradó mucho su atención, sus gestos cuando habla, su silencio cuando piensa. Pero lo que me agradó o enamoro más, fue su manera de ser, su pensamiento en dirección a sus sueños, un futuro en el que yo quizás no encuentre lugar; pero ya se me ocurrirá alguna idea para entrar en su corazón.
Pd: Atiendo a mis hijos muy responsablemente y con mucho amor. Qué haría sin mis pequeños? Pues morir.